Debo admitir, desde el principio,
que no disfruté del todo esta película por una simple razón: su ritmo
irregular. Y eso es poco común ya que las últimas películas de Guy Ritchie,
como RocknRolla (2008), Sherlock Holmes y su secuela (2009,
2011), y El agente de C.I.P.O.L.
(2015) se caracterizan por ser vertiginosas en dirección y montaje, lo cual las
hace muy fáciles de ver y aceptar. Sin embargo, en esta ocasión Rey Arturo… no equilibra muy bien esto.
Por ratos se siente extremadamente lenta y te hace sentir que no pasa nada y
por momentos retoma esa agilidad cinematográfica que caracteriza a Ritchie.
El prólogo,
que narra la épica batalla del rey Uther Pendragon (Eric Bana) y Camelot contra
las fuerzas del hechicero Mordred peca solamente de algunos efectos especiales
bastante pobres, pero es realmente emocionante, así como el resumen
cinematográfico de la traición de Vortigern (Jude Law), hermano de Uther, y
escape del pequeño Arturo. A este prólogo le sigue uno de los mejores montajes
de la filmografía de Ritchie: la infancia, adolescencia y juventud de Arturo
como chico de las calles, su entrenamiento y transformación. Todo esto con una
magistral partitura de Daniel Pemberton, con ritmos estridentes que le dan un
aire clásico y a la vez muy moderno a una cinta ecléctica en su realización.
Eclética
porque retoma un mito que todos conocemos: la espada en la piedra, el rey
Arturo y los Caballeros de la mesa redonda, pero lo cuenta como si se tratara
de una película de gánsteres: lucha de poder, trampas, ataques desesperados.
Utiliza herramientas narrativas que en cintas de época no se acostumbran de esa
manera, con cambios rápidos, sin previo aviso y que fungen como muestra de lo que ocurre en lugar de contar los hechos. El diseño de
producción es también propio del cine de época pero se auxilia de convenciones más
modernas, como la música (ecléctica también) y la fotografía.
El elenco,
repleto de gente con trayectoria y mucho carisma, es encabezado por Charlie
Hunnam como Arturo y los ya mencionados Bana y Law entregan al final una
historia de intriga, aventura y mucha acción.
Los contras
de la película, como se ha dicho, radican en el ritmo, los a veces deficientes
efectos especiales —la batalla final, incluso, resulta confusa por los excesos
de imágenes y movimientos, que no es malo, pero se ha visto mejor ejecutado en
otros filmes— y lo poco que aporta Ritchie a su cinematografía; incluso repite
un tipo de toma que utilizó en Sherlock
Holmes: Juego de sombras en la que la cámara enfoca a los personajes desde
su perfil y se mueve como si la tuvieran sobre sus hombros mientras corren —se
puede ver desde uno de los avances—, pero El Rey
Arturo: La leyenda de la espada es un buen espectáculo para ver en la
pantalla grande y que, si se le diera una oportunidad, sería un decente primer
eslabón para una nueva franquicia medieval.

