La mayor queja que he leído sobre
la segunda entrega de la sorpresiva Guardianes
de la galaxia (2014) es la falta de claridad de hacia dónde se dirige en su
primera hora, sin embargo, tengo motivos para defender dicha característica
(que no niego) de esta película bipartita. Para comenzar: la película habla
sobre sí misma.
Analicemos el
principio. Los guardianes están en una misión que asegura al espectador una
batalla de épicas proporciones contra una enorme criatura espacial, y justo
cuando el enfrentamiento comienza la atención se centra en el bebé Groot,
mientras que la pelea apenas se ve por estar desenfocada. Esta decisión va más allá
de la común sobre explotación de personajes adorables (y favoritos del público),
quiere mostrar un punto: que esta no es una simple película de acción. Desde el
inicio, Guardianes vol. 2 se burla de
sí misma y del subgénero de superhéroes, de sus peleas explosivas y torrentes
de efectos especiales.
Esta falta de
seriedad (y aceptación de ella) conlleva a otra omisión de las convenciones del
cine (y cualquier arte de narrar): la estructura de tres actos. Por supuesto,
existe la introducción, el nudo y el desenlace, pero la película dedica a la
introducción casi tres cuartos de su duración y deja los últimos dos eslabones
para el resto del filme. ¿La razón? De nuevo, hablar sobre sí misma.
En la primera
parte, luego de una batalla increíble en el espacio que deja a nuestros héroes
en un planeta incapaces de abandonarlo, conocemos a Ego, el padre de Peter
Quill. Este acontecimiento separa a nuestro equipo: Gamora y Drax acompañan a
su amigo para averiguar la verdad de todo el asunto, mientras que Rocket y
Groot se quedan a vigilar a su nueva prisionera, Nebula, y reparar la nave.
Dividir a la alineación que ya conocemos para explorar sus relaciones
interpersonales es algo que hemos visto incluso en El imperio contraataca (1980) y aquí también funciona por lo
siguiente: cada fracción del grupo cumple un sentido para el discurso.
Por un lado
tenemos la aventura de Rocket y compañía, que pronto se ven capturados por los Ravagers, una suerte de cazarrecompensas
que planean llevarlos ante un planeta que los busca por robarles valiosos
tesoros. En esta ocasión otro miembro se suma al grupo: Yondu Udonta, antiguo
tutor de Peter que ha sido traicionado por su gente, y este peculiar trío
deberá encontrar una manera de escapar mientras comparten experiencias de su
pasado que nos sirve como análisis del personaje: sus motivaciones, sus deseos
y sus miedos nos invitan a comprenderlos mejor.
Por otra
parte —y es lo que ha causado bastante polémica—, Peter y el resto del equipo
van al planeta que pertenece a (y es en realidad) Ego; la mayoría del tiempo se
la pasan admirando las maravillas del paisaje, escuchando historias de Ego que
prueban la relación que tiene con Peter para que confiemos en él. Y nada más.
¿Por qué? Por última vez: porque la cinta habla sobre sí misma. La película
quiere que pensemos que no pasa absolutamente nada, que todo está
bien, porque es exactamente lo que Ego quiere para su hijo y compañía. No es
sino hasta que Rocket, Groot y Yondu escapan del cautiverio y se dirigen hacia
el planeta de su enemigo que el conflicto verdadero se desata, como una sorpresa, y solamente
porque este último sabe desde un principio que Ego es en realidad un monstruo.
El acto final
no se hace esperar tras el momento de clímax, dividido en dos partes: el
descubrimiento de la fosa de cadáveres por Gamora y Nebula (ya reconciliadas) y
la verdad tras la muerte de la madre de Peter. Los planes de Ego por “unificar”
todo el universo con él y su sentido de perfección quizá sí sean un tanto
genéricos, pero esto no es extraño en el Universo Cinematográfico de Marvel, y
como película que se burla de sí misma no lo considero realmente una falla. Es
más, que esta vez el villano quiera que el héroe lo ayudara, y que por un
momento Peter estuviera dispuesto a hacerlo por voluntad propia se me hace muy
original en estas películas.
Gran parte de
la cinta se enfoca en el tratamiento de los personajes y explota mucho la
comedia, más incluso que su antecesora. Pero esto tampoco está mal. En la
primera Guardianes… los héroes apenas
se conocían y el humor servía para aliviar las tensiones, ahora el grupo
principal ya se conoce, hay más confianza entre ellos a pesar de sus
diferencias y conflictos y esto los lleva a desenvolverse con mayor gracia, por
lo que el exceso de comicidad enriquece su interacción y nos hace sentir que en
realidad han convivido mucho tiempo, que se conocen y se estiman lo suficiente
para no dejar de reír. Eso sí, hay algunos chistes mejores que otros.
Al final, Guardianes vol. 2 habla sobre la familia
y cómo los amigos más cercanos también pueden formar un núcleo familiar
indispensable para el desarrollo personal de cada uno de sus miembros. Que la
amenaza en esta ocasión provenga precisamente de la misma sangre de nuestro
héroe lo coloca en el dilema de elegir entre uno y otro. Yondu, luego de un
proceso catártico a lo largo del filme, asume el rol paternal que siempre tuvo pero
que negó por simple orgullo y hace lo opuesto de Ego: poner en primer lugar a su hijo en lugar de sí mismo.
Guardianes de la galaxia vol. 2 quizá no
sea del gusto de todo el mundo, pero es una película muy entretenida, divertida
por todos lados y sobre todo con mucho corazón. Es de las mejores obras que
Marvel nos ha entregado y, junto a Capitán
América y el Soldado del Invierno, rompe por completo la racha de malas
secuelas.
Martín Romero Chi
Director y co-creador de LaCantada Producciones

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