lunes, 8 de mayo de 2017

Guardianes de la galaxia vol. 2: cuando la estructura tiene un sentido







La mayor queja que he leído sobre la segunda entrega de la sorpresiva Guardianes de la galaxia (2014) es la falta de claridad de hacia dónde se dirige en su primera hora, sin embargo, tengo motivos para defender dicha característica (que no niego) de esta película bipartita. Para comenzar: la película habla sobre sí misma.
Analicemos el principio. Los guardianes están en una misión que asegura al espectador una batalla de épicas proporciones contra una enorme criatura espacial, y justo cuando el enfrentamiento comienza la atención se centra en el bebé Groot, mientras que la pelea apenas se ve por estar desenfocada. Esta decisión va más allá de la común sobre explotación de personajes adorables (y favoritos del público), quiere mostrar un punto: que esta no es una simple película de acción. Desde el inicio, Guardianes vol. 2 se burla de sí misma y del subgénero de superhéroes, de sus peleas explosivas y torrentes de efectos especiales.
Esta falta de seriedad (y aceptación de ella) conlleva a otra omisión de las convenciones del cine (y cualquier arte de narrar): la estructura de tres actos. Por supuesto, existe la introducción, el nudo y el desenlace, pero la película dedica a la introducción casi tres cuartos de su duración y deja los últimos dos eslabones para el resto del filme. ¿La razón? De nuevo, hablar sobre sí misma.

En la primera parte, luego de una batalla increíble en el espacio que deja a nuestros héroes en un planeta incapaces de abandonarlo, conocemos a Ego, el padre de Peter Quill. Este acontecimiento separa a nuestro equipo: Gamora y Drax acompañan a su amigo para averiguar la verdad de todo el asunto, mientras que Rocket y Groot se quedan a vigilar a su nueva prisionera, Nebula, y reparar la nave. Dividir a la alineación que ya conocemos para explorar sus relaciones interpersonales es algo que hemos visto incluso en El imperio contraataca (1980) y aquí también funciona por lo siguiente: cada fracción del grupo cumple un sentido para el discurso.

Por un lado tenemos la aventura de Rocket y compañía, que pronto se ven capturados por los Ravagers, una suerte de cazarrecompensas que planean llevarlos ante un planeta que los busca por robarles valiosos tesoros. En esta ocasión otro miembro se suma al grupo: Yondu Udonta, antiguo tutor de Peter que ha sido traicionado por su gente, y este peculiar trío deberá encontrar una manera de escapar mientras comparten experiencias de su pasado que nos sirve como análisis del personaje: sus motivaciones, sus deseos y sus miedos nos invitan a comprenderlos mejor.

Por otra parte —y es lo que ha causado bastante polémica—, Peter y el resto del equipo van al planeta que pertenece a (y es en realidad) Ego; la mayoría del tiempo se la pasan admirando las maravillas del paisaje, escuchando historias de Ego que prueban la relación que tiene con Peter para que confiemos en él. Y nada más. ¿Por qué? Por última vez: porque la cinta habla sobre sí misma. La película quiere que pensemos que no pasa absolutamente nada, que todo está bien, porque es exactamente lo que Ego quiere para su hijo y compañía. No es sino hasta que Rocket, Groot y Yondu escapan del cautiverio y se dirigen hacia el planeta de su enemigo que el conflicto verdadero se desata, como una sorpresa, y solamente porque este último sabe desde un principio que Ego es en realidad un monstruo.

El acto final no se hace esperar tras el momento de clímax, dividido en dos partes: el descubrimiento de la fosa de cadáveres por Gamora y Nebula (ya reconciliadas) y la verdad tras la muerte de la madre de Peter. Los planes de Ego por “unificar” todo el universo con él y su sentido de perfección quizá sí sean un tanto genéricos, pero esto no es extraño en el Universo Cinematográfico de Marvel, y como película que se burla de sí misma no lo considero realmente una falla. Es más, que esta vez el villano quiera que el héroe lo ayudara, y que por un momento Peter estuviera dispuesto a hacerlo por voluntad propia se me hace muy original en estas películas.

Gran parte de la cinta se enfoca en el tratamiento de los personajes y explota mucho la comedia, más incluso que su antecesora. Pero esto tampoco está mal. En la primera Guardianes… los héroes apenas se conocían y el humor servía para aliviar las tensiones, ahora el grupo principal ya se conoce, hay más confianza entre ellos a pesar de sus diferencias y conflictos y esto los lleva a desenvolverse con mayor gracia, por lo que el exceso de comicidad enriquece su interacción y nos hace sentir que en realidad han convivido mucho tiempo, que se conocen y se estiman lo suficiente para no dejar de reír. Eso sí, hay algunos chistes mejores que otros.
Al final, Guardianes vol. 2 habla sobre la familia y cómo los amigos más cercanos también pueden formar un núcleo familiar indispensable para el desarrollo personal de cada uno de sus miembros. Que la amenaza en esta ocasión provenga precisamente de la misma sangre de nuestro héroe lo coloca en el dilema de elegir entre uno y otro. Yondu, luego de un proceso catártico a lo largo del filme, asume el rol paternal que siempre tuvo pero que negó por simple orgullo y hace lo opuesto de Ego: poner en primer lugar a su hijo en lugar de sí mismo.
Guardianes de la galaxia vol. 2 quizá no sea del gusto de todo el mundo, pero es una película muy entretenida, divertida por todos lados y sobre todo con mucho corazón. Es de las mejores obras que Marvel nos ha entregado y, junto a Capitán América y el Soldado del Invierno, rompe por completo la racha de malas secuelas.

Martín Romero Chi
Director y co-creador de LaCantada Producciones

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