domingo, 14 de mayo de 2017

Alien: Covenant y su falta de evolución





Ridley Scott regresa al mundo de la saga Alien después de cinco años. Si bien la última, Prometeo, fue un viaje bastante largo y que realmente no llevó a ningún lado, por lo menos aportó a la mitología de los xenomorfos la existencia de los “ingenieros”, presuntos responsables de la creación de los humanos y —en ese entonces— de los monstruos que dan nombre a la franquicia.
Lo que vale la pena reconocer de Alien: Covenant es el aspecto visual; la fotografía que presenta un enorme mundo, a la vez nuevo y familiar, aporta una sensación de descubrimiento, de maravilla ante la belleza de algo que guarda terror en su interior. Y el terror es otro elemento digno de aplausos: desde que los héroes llegan al nuevo planeta la atmósfera se torna muy, muy inquietante; ya de por sí los xenomorfos generan pánico, pero la forma en la que Scott dirige cada escena, a cada actor, el silencio sepulcral, las vertiginosas secuencias de acción, aumentan la desesperación ante la presencia —e incluso la ausencia— del enemigo.
Sin embargo, la cinta no funciona del todo bien. Tal vez si nunca has visto una película de Alien, o tampoco has visto una de terror, sí resulte sorprendente, pero es casi imposible que alguien cumpla, por lo menos, con el segundo requisito. Alien: Covenant parte de la premisa que hemos visto cientos de veces: un equipo (ya sea científico, de estudiantes, una familia… personas, pues) se desvía de su camino y comete error tras error que los va exterminando a todos de uno en uno.
Lo peor de todo es que a los personajes siempre les falta sentido común. Se supone que son científicos, exploradores, y van a un planeta desconocido sin ninguna clase de protección más que pistolas (porque son muy efectivas contra potenciales patógenos extraterrestres). Y por supuesto, se infectan con unas esporas que desatan el caos. Eso sí, el nacimiento del “neomorfo” es una escena maravillosa, sangrienta, horripilante y casi nos permite ignorar los descuidos del guion. Son tan grandes los errores de juicio de los héroes que uno no puede evitar cuestionarse por qué los eligieron a ellos como encargados de llevar a cabo un proyecto de colonización en otro planeta.
Pero no todos los personajes son malos. Michael Fassbender interpreta a dos androides, David y Walter; el primero finalmente es bien explorado en esta secuela y conocemos de lleno las intenciones que nunca quedaron del todo claras en Prometeo. Fassbender demuestra dos actitudes diferentes con maestría: uno quiere destruir (a través de la creación) y el otro proteger. Aunque también forman parte de otro punto débil del filme: la ausencia de lo inesperado. En cada “giro” argumental, uno ya sabe qué es lo que va a ocurrir casi desde el comienzo. Viniendo de alguien como Ridley Scott esto deja mucho que desear, ya que fue él mismo quien nos entregó la grandiosa Alien, el octavo pasajero (1979), con escenas tan icónicas como el enfrentamiento final entre Ripley y el xenomorfo. En esta no hay ninguna.
Alien: Covenant termina siendo una película de ciencia ficción y horror demasiado genérica que no aporta nada nuevo a la franquicia, más que la respuesta a la pregunta ¿de dónde vienen esos extraterrestres de pesadilla? Pero ¿de qué sirve eso si no añades algo que le dé un sabor fresco a una saga tan querida por el público?, ¿de qué sirve la información si el medio que los carga no es renovado también? 

Martín Romero Chi
Director y co-creador de LaCantada Producciones.

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