Hace un año, Batman vs Superman: El origen de la justicia dividió a críticos y
fans por muchas razones. Algunas comprensibles, y otras que se acercan a lo
ridículo. Sin embargo, hubo algo que satisfizo a la mayoría del público: Gal
Gadot como la Mujer Maravilla. Quienes amaron su breve participación esperaron
con ansias una película en solitario que nos mostrara su origen y más de su
personalidad. Hoy finalmente la tenemos.
Dirigida por
Patty Jenkins (Monster), Mujer Maravilla comienza la historia de
la princesa Diana, hija de la reina Hipólita, con su entrenamiento en
Temiscira, la isla de las amazonas. Con este planteamiento, ya es de suponer
que se trata de una historia de origen más, típica en el cine de superhéroes.
Pero Mujer Maravilla se siente mucho
más fresca porque —y un poco paradójicamente— apela más a lo clásico en la
estructura y manejo del personaje. No nos cuenta el pasado trágico del héroe
que lo motivó a cambiar su estilo de vida, sino una transformación gradual del “pez
fuera del agua” que siempre tiene un código moral definido y debe adaptarse al
nuevo mundo para crecer y, con ello, ser capaz de mejorar su nuevo hogar.
Gal Gadot
como la princesa Diana es espectacular; bajo la dirección de Patty Jenkins, nos
demuestra sus verdaderas capacidades histriónicas y el carisma del que apenas
vimos un atisbo en su última película de DC. Chris Pine como Steve Trevor es
otro acierto: audaz pero algo torpe, con un conflicto creíble en medio de la
guerra —ese apunte sobre la masacre estadounidense a los pueblos indígenas de
su país merece un fuerte aplauso— lo hacen alguien entrañable y con quien
podemos sentir pronta empatía. El resto del elenco también ofrece un excelente desempeño
y ninguno se siente de sobra; la personalidad de cada uno forma un ensamble
divertido y dinámico.
El humor
tiene una presencia que funciona a la perfección y cae en los momentos
correctos, como la interacción nerviosa de Trevor en el nuevo mundo de las
amazonas o el de Diana en el enigmático reino de los vestidos.
La música,
compuesta por Rupert Gregson-Williams (Hasta
el último hombre) retoma un poco del tema creado por Hans Zimmer y Junkie
XL y lo expande en una obra épica, emocionante y conmovedora que se equilibra
con el tono de la película.
Las escenas
de acción son un logro tanto para Jenkins como para los coreógrafos; son
rápidas, feroces y estéticas a la vez —algo parecido a lo que el mismo Snyder
hizo en su filme 300—, aunque por
ratos los efectos especiales tienen calidad cuestionable —a la hora de romper
ventanas, por ejemplo— y la batalla contra el enemigo final, repleta de luces y
explosiones, se siente muy fuera de la atmósfera que la película propuso
durante el resto del metraje.
Sobre el
guion, queda decir que no es perfecto y tiene algunas inconsistencias, como que
la reina Hipólita está muy preocupada por el bienestar de su hija y no la
quiere dejar irse con el extranjero Steve Trevor, pero de un momento a otro
cambia de opinión —y esto genera una sensación de que los eventos están siendo
apurados para que la historia avance— o la existencia de una segunda arma del
lado de los alemanes —además del gas letal— que sería incluso mejor utilizar
para tener ventaja en una guerra.
Mujer Maravilla es una película de
aventura sencilla. No hay planes súper elaborados que representan un discurso
filosófico por parte del villano —como en Batman
vs Superman…— pero tampoco cae en falta de propósito claro o trillado —como
en Escuadrón suicida. Y esa sencillez
es lo que a tantos ha llamado la atención: la simple —no realmente tan simple— presentación de personajes
es lo que coloca a esta cinta como un buen exponente del género.
Lo que más se
necesita hoy en día, entre tantas películas de superhéroes donde las batallas,
las explosiones y desastres dominan el medio, son propuestas que hagan énfasis
en el carácter humano de esos símbolos que se supone deberíamos admirar. Mujer Maravilla lo logra y nos deja con
ganas de saber más de ella y su mitología.

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